23.8.08

Exposición del DIPUTADO MIGUEL BONASSO en el tratamiento por la reestatización de aerolineas

Señor presidente: creo que estamos discutiendo algo que trasciende la mecánica tradicional de oficialismo y oposición. Estamos debatiendo una política de Estado. Tener o no una aerolínea de bandera es una definición de Estado de carácter estratégico. Por el símbolo que es Aerolíneas Argentinas para todos los argentinos, por su historia y por la lucha de sus trabajadores, creo que es absolutamente necesario deshacer lo muy malo que se hizo con ella y recuperarla para nuestro pueblo.
El servicio público de aeronavegación comercial es mucho más que la simple demanda de pasajes o un problema cultural; tiene que ver con el Estado nacional, la integración territorial y el desarrollo económico y social de una nación. Quisiera que Aerolíneas Argentinas deje de ser un caso testigo de malas noticias, y que por fin logremos convertirla en una empresa que preste un servicio público con características de eficiencia y solvencia. Al respecto cabe recordar que Aerolíneas Argentinas tenía un prestigio muy bien ganado desde que fuera creada en 1950.
El presente crítico que estamos analizando tampoco se puede ver a la luz de las últimas noticias y de los titulares de anteayer. Este tema tiene un pasado perverso. En 1989 hubo un acuerdo entre el jefe de Gobierno español Felipe González y un oprobioso gobierno argentino a cuya cabeza estaba el señor Carlos Menem. En virtud de ese acuerdo se construyó una ingeniería de negocios que respondió a una concepción de capitalismo de bandidaje, de expropiación de lo público por parte de un capital privado que no arriesgaba nada sino que hacía negocios con lo público.
Debo recordar que aquel fue un acuerdo político, porque no obstante la propaganda que hacían los defensores de la privatización, curiosamente tanto Aerolíneas Argentinas como Iberia ‑que la compró utilizando los propios activos de aquélla‑ eran empresas estatales . Aerolíneas Argentinas fue un caso testigo de la voluntad privatizadora que reinó durante todo el modelo neoliberal de los años noventa y se transformó para las nuevas generaciones de argentinos en la prueba concreta del fracaso de esa política que llenó “plazas del sí” organizadas entre otros por el finado Bernardo Neustadt. Se generó culturalmente un odio profundo hacia todo lo estatal; como si fuera mala palabra. Hoy vemos de manera clara el fracaso de ese proyecto privatizador neoliberal. Uno de los ejemplos más claros es precisamente la debacle de Aerolíneas Argentinas.
El fracaso de Iberia con Aerolíneas no fue el único. También destruyeron Viasa, la empresa de aeronavegación comercial pública de Venezuela. En aquel momento pretendían comprar también otras aerolíneas latinoamericanas para llegar a lo que se está haciendo ahora entre las grandes compañías aerocomerciales: los procesos de fusión.
En lugar de un proceso de fusión, creo que una reestatización de Aerolíneas Argentinas ayudaría a que en algún momento podamos construir con una mentalidad de integración sudamericana ‑en primer lugar‑ y latinoamericana, una red de aeronavegación comercial de empresas, como se intenta hacer en el terreno financiero con el Banco del Sur y con muchos otros emprendimientos.
Tal vez tengamos que ir a una fusión para lograr una gran eficiencia en nuestra propia empresa, utilizando lo que nuestros economistas llaman una economía de escala.
Conviene recordarle a las señoras y señores diputados que estamos en la situación en que nos encontramos no sólo por la forma en que se hizo esa privatización en 1990, sino también porque en 1994 un personaje de triste figura, llamado Domingo Felipe Cavallo, cedió la acción de oro que otorgaba al Estado argentino la posibilidad de conducir y eventualmente vetar las decisiones que tomaran en el directorio los inversores extranjeros.
Después, en el gobierno grisáceo de la Alianza , el señor Cavallo ‑nuevamente‑ viajó a España y se entrevistó con el ministro Rodrigo de Rato –en ese momento estaba Aznar, que privatizaba Iberia‑, y de allí surgió el engendro, por lobby del subimperialismo español ‑una especie del subimperialismo del chorizo cantimpalo‑, de entregarle la empresa a un grupo de pillaje llamado Marsans.
Me remito a estas pruebas históricas para afirmar que de la clase política de nuestro país muy pocos están en condiciones de arrojar la primera piedra. No puedo comprender en este caso por qué tampoco en este gobierno se tomaron algunas medidas que a tiempo deberían haberse adoptado. Si no se aprobaron los balances de los años 2003 y 2004, ¿por qué se aprobó el de 2005 para tener en ese momento una minúscula participación del 5 por ciento con la que no se podía guiar la empresa? Y más aún, si hubo otra acta firmada en mayo de este año en la que el Grupo Marsans no cumplió con su parte, me pregunto por qué se firmó el acta acuerdo en julio de este año. Y no le encuentro una respuesta razonable. ¿Cómo puede uno pensar en alguna clase de acuerdo con una empresa como Marsans, y de qué consenso de voluntades podemos hablar?
Recordemos que en esa instancia el Grupo Marsans pagó esa empresa que había tenido un glorioso pasado desde 1950 con esto que estoy exhibiendo: un euro. El señor Marsans compró Aerolíneas Argentinas con un euro. Cuando el Tribunal de Tasación y este Congreso intervengan en la tasación para determinar el precio y devolvamos un euro podremos decir que devolvemos el ciento por ciento de la inversión.
La situación es tan grave porque es difícil determinar el estado patrimonial, porque además la valuación debería hacerse no sobre el flujo de fondos sino en los términos clásicos de activo menos pasivo.
Me alegro de que en este caso exista la intervención de la Auditoría General de la Nación y de que finalmente el precio lo apruebe el Congreso. Considero que lo que estamos discutiendo tiene dos etapas, y la segunda es sumamente importante. Considero que es fundamental que se investigue a fondo todo lo sucedido porque esto es la clave del coloniaje y del despojo del patrimonio nacional. Acá está uno de los elementos claves e históricos del despojo de la Nación Argentina.
Por lo tanto, en este punto solo y no respecto del dictamen de minoría en su conjunto, comparto el criterio expresado por los socialistas de crear una comisión que en este sentido deslinde claramente las responsabilidades privadas y públicas que pudieran existir hasta el presente en el caso de Aerolíneas Argentinas.
Celebro que el bloque del Frente para la Victoria haya introducido en el dictamen de mayoría cambios importantes respecto del proyecto original presentado por el Poder Ejecutivo. Creo que básicamente son dos. Primero, no obligarnos a discutir a libro cerrado el acta acuerdo, en cuyo caso hubiera sido muy difícil poder aprobarlo, y ‑por otro lado‑ la modificación del artículo 6°, que en principio cierra una puerta para que el Estado argentino si reestatiza Aerolíneas Argentinas pierda de nuevo el control para algún negocio privado.
Creo que la modificación del artículo 6° es absolutamente importante en este sentido y se mejora notablemente el proyecto enviado inicialmente por el Poder Ejecutivo.
Es saludable –como dije antes‑ que haya un proceso para la fijación del precio a través del Tribunal de Tasaciones y la posterior revisión por el Congreso, como también que se refuercen las funciones de contralor de la Comisión Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones.
Discrepo completamente con quienes han argumentado en favor de una quiebra y creación de una nueva empresa. Me parece que quienes proponen esto ignoran el costo gigantesco que tendría una quiebra no sólo por la quiebra misma sino por lo que también significaría la suspensión del flujo normal de vuelos de Aerolíneas Argentinas, las consecuencias para los trabajadores, para los usuarios y el enorme conflicto que podría abatirse sobre la República si se toma una decisión tan disparatada.
Creo que tal vez en el artículo 1° ‑y esto no es sólo un problema semántico‑ no se debería hablar de rescate sino de reestatización. Digo esto sin pretensiones de augur porque si existiera alguna diferencia importante, y por el ejemplo el grupo Marsans decidiera apelar al CIADI, como ha hecho la empresa Siemens, no obstante sus oscuros negocios en la República Argentina , con éxito por cierto debido, desgraciadamente, a los tratados bilaterales de inversión y demás, nos veríamos claramente abocados a una decisión aún más trascendente, que es lisa y llanamente la expropiación de Aerolíneas Argentinas para tornar efectiva su estatización. Frente al dictamen de mayoría mi actitud no puede ser otra que apoyarlo, pensando en el conjunto de los argentinos pero especialmente en los 9 mil trabajadores de la empresa que constituyen un activo del cual mucho no hablan pero que es el principal activo de la compañía.
En homenaje a esos trabajadores de Aerolíneas Argentinas y a la voluntad de todo un pueblo que se manifestó ya en la crisis de 2001 respecto de Aerolíneas Argentinas, mi voto... es positivo.

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