26.1.09

Curso avanzado de periodismo

Pot Horacio González

Un viejo amigo, que encontré de casualidad cenando solitario en Pippo -ni preciso aclararlo, el de la calle Montevideo, aunque ahora se escribe con una sola p-, me regaló una pequeña confesión, luego de que yo me acercara a su mesa y ambos intentáramos reincidir en el viejo género de la nostalgia fácil. La facile malinconía, lanzó él, como invitando a reírnos de nosotros mismos. No lo veía hace más de veinte años, de modo que ni citamos al famoso tango que invoca esa cifra metódica (haciéndola dudosa, declarándolo una “nada”), ni exploramos con demasiada osadía un pasado que para los hombres de nuestra edad se presenta trabajoso. Esos intercambios no pueden ser más que titubeantes y el afecto pretérito corre el riesgo de agotarse rápidamente, convirtiéndose en una grave señal de esterilidad rememorativa, a no ser que estemos dispuestos a más.
Como ser: hablar en serio.
¿Pero quién lo intentaría?
Pueden surgir ocultas desavenencias, lógicas opiniones sobre el presente, pero imposibles de compartir. Echarían tierra sobre un encuentro necesariamente fugaz, y por eso mismo, grato. Nunca elogiaremos lo suficiente a un pasado que aparece como una ráfaga repentina y se escabulle quedamente, en un tris. Se lo agradecemos, pues pasa rápido sin incomodarnos con su oscura redundancia.
Por eso, ya me retiraba cuando él me espetó: “Raro encontrarnos acá, como dos perdidos en la noche, como si quisiéramos recuperar el último resplandor de algo que ya fue, en estos manteles de papel que, no lo neguemos, ya son falsos. ¿No son un decadente manierismo de lo en que en su momento, mirá vos, era un alegre signo de rusticidad que evocaba utopías mayores?”.
Me sorprendió esa inesperada reflexión a borbotones, por lo que automáticamente acerqué una silla y me senté a su lado. Sabía que venía una confesión.
No me había equivocado.
Y es así que me dijo: “Estoy haciendo un curso avanzado de periodismo de post-ideas, basado en el reciclamiento de ciertos estilos del periodismo de los años 60, en uno de los grandes diarios nacionales, perdoname que no te diga el nombre aunque resulte obvio. El tema surge de la necesidad de crear un formato adecuado a la lucha política, que golpee en uno de los temas más profundos de la época, la legitimidad de los gobernantes. Se actúa con la hipótesis general de acusar a los gobernantes o a los políticos que interesa poner en la picota, de pérdida de autenticidad, para lo cual se proponen técnicas de redacción donde se imaginan ciertos diálogos con personas arrepentidas, ex-militantes o ex-guerrilleros, lo que sea, como voces autorizadas que denuncian la impostura reinante…”

Me ví obligado a decir algo y me escuché pronunciar, un poco forzadamente,
estas palabras: - “¿Y cuál es el problema?, a la presidenta y su marido le tiran con munición gruesa. En muchos escritos que salen a diario en la prensa, los consideran locos; un comentarista de televisión intenta una actuación de médico de cabecera, hace muecas severas y dictaminantes. ¿Te acordás de esos adorables matasanos que venían a nuestras casas cuando éramos chicos y nos retaban con terroríficos padecimientos si no hacíamos tal o cual cosa? Ahora los forenses del set se la pasan diciendo que el poder enferma y al mismo tiempo encubre la enfermedad… a esta altura, ni te preocupés por eso.”

No hice bien en decirlo. Mi amigo tenía un problema de aquellos que suelen ser denominados “éticos”. No pronunció esa palabra tan majestuosa pero lo entendí perfectamente. No le gustaba lo que veía, parafraseando a un conocido político.

Como si yo apenas hubiese movido una brizna desdeñable de la realidad,
él prosiguió: -“No, esto es otra cosa, ahora hay técnicas más avanzadas, superadoras. Decirle loco a alguien da algunos resultados, pero no garantiza más que un primer escalón significativo de agravios… ¿entendés?”

No, muy bien no entendía, pero me encontraba ante un lenguaje desconocido, dicho apenadamente frente al papel de estrasa del mantel de Pippo, pero no en aquellos años en que reinaba la filosofía de los signos que impartía Eliseo Verón, sino en un absurdo año 2009.

“El primer escalón significativo de agravios”… evidentemente eran clases que mezclaban ciertos atisbos de psicología social con semiología a la violeta, pasadas por infinitos cedazos de márketing político especializado.

“Sí –prosiguió mi amigo- ahora se trata de tejer acusaciones sofisticadas, como que los gobernantes se inventan un pasado Se conciben situaciones con personajes falsos pero que hacen el papel de auténticos, para que declaren a su vez que son falsos los que serían intolerables si fuesen auténticos.
Me explico: este new journalism se presenta como superador de los que décadas pasadas habían imaginado los herederos argentinos de Truman Capote y Tom Wolfe … ¿te dás cuenta? superar a estos dos monstruos, o a sus ilustres seguidores de Primera Plana… pues bien, estos nuevos experimentos de post-semiología política toman de punto a quienes ya sabés, a los que te jedi…

-Hacía décadas que no escuchaba esa expresión- interrumpí.

- Me entendés perfectamente. Los enfocan o los focalizan para sugerir de mil formas, por goteo, con ensayos sesudos o articulitos al pasar… todo vale, que son impostores. Dicen que es letal para la vida política. En la era de los “productos genuinos”, sea un Ipod o una batidora de cocina, decir que algo es una impostura, parecería un golpazo ilevantable. Y corresponde a ciertos modismos de la alta academia: “la invención de un pasado”. Está todo pensado. El método recomienda ensayar fantaseando con supuestas declaraciones autorizadas, por ejemplo, una ficticia reunión en el Sheraton Hotel, un inexistente “restaurante del centro”, o sino la existencia “de un amigo mío que militó en el partido comunista” -¿me seguís?-, se le da veracidad y proximidad, precisamente a la acusación de falso, hecha por personajes fantasmales que surgen de su consentida derrota personal. Este modismo de la escritura se llama “de lo falso a lo verdadero para declarar apócrifo lo verosímil”.

-“Complicado”, ensayé yo.

- “No querido -ahora recordé que hace dos décadas también me trataba así-, no, qué va a ser complicado. Son diez lecciones: Tecnología-Crítica a la Invención de un Pasado, I y II; Metodología para Imaginar un amigo Ex-Comunista Proveedor de legitimidad al Engendrum, I y II; Encuentros Fraguados en Viejos Restaurantes I, II y III; Situaciones Ficticias I (tr.: Fictional situations) (“El caso del viejo montonero”, tr.: “the old montonier case); Figuras Ficticias II “Glosario de citas Oportunas de Borges” (tr.: opportune Borges´s citations) y por fin, Taller de Tesis. Yo estoy ya en esta instancia final, de ahí que se acrecienta mi confusión. Preciso parar la olla, querido, pero no quiero que mi profesión quede alterada por estos estilos que invocan viejos prestigios, ahora lanzados contra experiencias políticas que, podemos compartir o no, se exponen sin más a que sean erosionadas…”
¡Cómo hablaba mi amigo! Mezclaba expresiones como “parar la olla” con palabras como “erosionada”, una de los sesenta y la otra de los noventa. Buen engendrum. No sé como me desligué de esa conversación, a la que poco aporté.
Salí acongojado de Pippo –o debo decir tan solo Pipo-, y de pronto recordé un reciente artículo periodístico que había leído en La Nación donde se acusaba a “los Kirchner” de “inventar un pasado”, escrito con elegancia –sí, pero ahora sabía que siguiendo las recomendaciones de esa Escuela de la Sombras, pues se aplicaba incluso the opportune Borges´s citation, ¿no decía acaso crear un “ilusorio ayer”?- y se seguía a pies juntillas toda la metodología que mi amigo me había explicado.
El tema que primero había acosado a altas plumas argentinas, por fin era manufacturado con diálogos simulados y fictionals situations. ¡Cómo no me había dado cuenta antes! La presidenta y su esposo, falso, todo falso, como cuando en México, el gran escritor Blaise Cendrars buscaba lo novedoso, y no podía más que exclamar… connu… connu…

Todo conocido. Con la misma facilidad, se dice aquí que todo es falso… faux… faux… Se pasa por alto que la memoria actúa siempre con cierta ilusión retrospectiva y se fragúa la hipótesis de que eso se hace para pactar con el “progresismo”, incurriendo en sofismas tramposos. No otra cosa es mofarse de un sector cultural cuya crítica exige mayores recaudos y cuya actualidad problemática se encuentra hoy en gran medida en las antípodas del gobierno, no como “progresismo falso” sino como “centroderechaverdaderamentepro gresista”, y en una mayor cuota aún, formando el volumen respetable de los lectores del mismo diario antecitado. Llegué a Montevideo y Corrientes preocupado, retraído. Los últimos viandantes ni parecían desesperados ni destellaba en ellos el antiguo demonio de la noche. Pensé en otra cita de Borges. “Todo era falso, salvo un par de detalles y ciertas circunstancias”. No, la cita no era así, era parecida, mi memoria no es buena. Y menos luego de una conversación que excedía aquella facile malinconía. Pero al llegar a casa, me propuse escribir una historia falsa siguiendo las recomendaciones de las materias que estudiaba mi inconsolable amigo. No me fue difícil. ¡El curso era efectivo! Simular un encuentro con un viejo amigo, fraguarlo en un viejo restaurante, etc., etc. Agarré mi plumín y comencé: “Un viejo amigo, que encontré de casualidad cenando solitario en Pippo…”

Horacio González (alumno avanzado)

Enviado por Néstor Sbariggihttp://desdegambier.blogspot.com/

No hay comentarios.: